Dudamel: Corazón venezolano que late en el extranjero.
Gustavo Dudamel permanece de pie cerca de una orquesta de adolescentes
de playera que ensayan laboriosamente la “Danza húngara no. 5″ de
Brahms.
El músico y director de orquesta venezolano escucha no
sólo con los oídos, también con los dedos, los cuales parecen
incontrolables mientras marca en el aire como si dirigiera la pieza.
Al final, sube al podio del director y con una sonrisa muestra a sus
alumnos embelezados que la pasión es la diferencia entre tocar y
ejecutar música.
“Suéltense, como si fuera música pop”, dijo el
director de la Filarmónica de Los Angeles, quien hace como si tocara
con gran énfasis un violín ante la risa de los chicos. “Ya lo sé,
siempre soy un dolor de cabeza para todas las orquestas”.
Dudamel tiene un estilo de dirigir lleno de energía, su pelo largo y
rizado se le agita o sacude con el movimiento, y tiene un aura de astro
de rock pero en el reino de la música clásica.
El sudamericano
se ha presentado en diversas salas de concierto en tres continentes y
ejecuta programas con segmentos de 10 minutos. De vez en cuando dedica
un sábado en la mañana a dirigir a chicos en un programa que promueve la
música de Beethoven en los barrios angelinos.
El programa es
similar al de su natal Venezuela, el conocido como El Sistema, mismo en
el que le fue descubierto su talento musical cuando tenía 10 años.
Con Dudamel al frente, Los Angeles ha surgido como el escenario
insignia de la versión de El Sistema en Estados Unidos —El Sistema
U.S.A.— el cual apenas en cuatro años ha crecido y abarcado más de 50
ciudades.
Bajo la égida de la Filarmónica de Los Angeles, la
ciudad adoptó con mayor énfasis la iniciativa, basada en la venezolana,
con la inscripción de unos 500 niños, en su mayoría de minorías étnicas,
en dos vecindarios donde la música posiblemente significa más hip-hop
que Hayden.
En 2012, la Filarmónica refrendará aún más su
compromiso e inaugurará un centro de enseñanza para la capacitación de
instructores en el método distintivo de El Sistema, el cual prevé un
adiestramiento musical intensivo de tal forma que mejora la autoestima
de los chicos.
La iniciativa, que incluye incorporar en 2013 un
tercer programa para un vecindario en el condado de Los Angeles, se ha
convertido en parte de la misión de la Filarmónica, dijo Deborah Borda,
presidenta y directora de la Filarmónica de Los Angeles.
“Tenemos un imperativo artístico, pero también un imperativo social”, apuntó.
Pareciera más que adecuado que la ciudad de Los Angeles tome la batuta
en virtud de que Dudamel es el motor detrás de la propagación global de
El Sistema, del que fue su graduado estrella.
Dudamel también
fue uno de los más de 400.000 niños, en su mayoría no privilegiados, que
recibieron gratuitamente clases de música en Venezuela.
El
Sistema Nacional de las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela,
como se llama formalmente el programa, recibe un financiamiento anual
del gobierno de 60 millones de dólares. El programa fue creado hace 36
años, pero apenas en los últimos cuatro dio inicio su propagación a
nivel internacional con el ascenso de Dudamel a la escena global.
Desde entonces, se han emprendido programas al estilo de El Sistema en
diversos países, desde Australia hasta Gran Bretaña, debido a que como
movimiento agitaron la conciencia social del mundo clásico petulante y
dieron nuevo impulso a un genero musical que muchos consideran elitista.
“(El sistema) como que nos ha dado a todos nueva esperanza de que la
música clásica puede tener de nuevo relevancia y vitalidad”, dijo Tricia
Turnstall, autora del próximo libro que la casa editorial W.W. Norton
sacará al mercado en enero: “Changing Lives: Gustavo Dudamel, El Sistema
and the Transformative Power of Music” (Gustavo Dudamel, El Sistema y
el Poder Transformador de la Música).
Esta perspectiva también suena como música para los oídos del maestro venezolano.
“Mi objetivo principal, y es grande, es que todos los niños tengan la
oportunidad de acercarse a la música, como un derecho, de la misma
manera que tienen derecho a la alimentación, la salud, la educación, que
tengan la oportunidad de tener arte y cultura, en especial música”,
expresó Dudamel en entrevista.
El secreto de la eficacia de El
Sistema estriba en convertir la música en una experiencia divertida de
la comunidad, dijo Eric Booth, asesor de El Sistema U.S.A.
Los
alumnos estudian música en un sistema de grupos con un programa de
práctica intensiva de cuatro a cinco días por semana, contrario al
pensamiento casi predominante en occidente de que se impartan las
lecciones individuales una vez a la semana.
Unos cinco
instructores recorren la orquesta juvenil y corrigen los errores que
cada integrante comete cuando la agrupación aprende en conjunto una obra
musical.
“Cada niño debe sentir que se le considera parte
integral”, dijo Booth. “El tiempo no se siente como si fuera trabajo.
Para los chicos es agradable ensayar juntos. Esta sensación es
tangible”.
El chelista Jacob Esquivel, de 13 años, considera
que si toca en orquesta la música adquiere más sentido para él que si
tomara lecciones individuales. “Me fascinó la conjunción de todos lo
instrumentos”, dijo. “Causa emoción”.
El método, del que han
surgido varios músicos de la corriente clásica, tiene profesionales de
todo el mundo que lo estudian para adoptarlo en sus países.
El
Sistema “puede desarrollar músicos individuales de virtuosidad enorme y
al mismo tiempo impulsar la música entre todos los chicos”, dijo
Tunstall. “Este es un aspecto fantástico y difícil de conseguir. Todo el
mundo se pregunta cómo el sistema logra ese equilibrio”.
En el
programa de la Orquesta Juvenil de Los Angeles, los niños de dos a 17
años pueden inscribirse para que reciban instrumentos gratis y lecciones
intensivas. Los menores comienzan a tocar con la orquesta desde cuando
tienen seis años.
El programa, que tiene una lista de espera de
200 niños, es sufragado por la Filarmónica de Los Angeles y varias
organizaciones asociadas.
La Filarmónica no difunde la cifra
exacta del financiamiento del programa de la orquesta juvenil, pero
canaliza más de un millón de dólares al año a la educación.
El
nuevo programa de adiestramiento para enseñanza costará más o menos un
millón de dólares y el financiamiento será compartido con la Escuela de
Música Longy en Cambridge, Massachusetts.
La violinista
Samantha Rosas, de 13 años, que vive en el sur de Los Angeles, dijo que
su familia jamás podría pagarle clases de música, así que aprovechó la
oportunidad y se integró al programa hace cuatro años.
Ahora la
música se ha convertido en su pasión tanto que sus padres le han
advertido que la sacarán del programa si bajan sus calificaciones
escolares. Da resultado todo, dice Samantha. “Me parece en verdad una
amenaza que no me dejen ir a la orquesta”.
Los padres aseguran
que nunca tienen el problema de obligar a que sus hijos vayan a las
clases de música, aun si las prácticas podrían ser agotadoras debido a
que duran entre 11 y 17 horas a la semana.
“(Los chicos) se las
arreglan para que sean divertidas”, dijo Peter Esquivel, padre de
Jacob. “Los chicos no lo consideran trabajo”.
Esa sensación de
que se pasa un rato divertido fue evidente durante un ensayo reciente
con Dudamel, quien es el director musical de la Sinfonía de Gotemburgo,
Suecia, y de la Orquesta Simón Bolívar de Venezuela, además del cargo
que tiene en Los Angeles.
Gustavo Dudamel, vestido con
pantalones vaqueros y un suéter viejo, exhibe gran humor cuando toma la
batuta para dirigir una actuación más animada de los músicos, cuya edad
es la correspondiente a alumnos de escuelas intermedias.
Dudamel, dirigiendo a la orquesta Simón Bolívar en el Teatro Municipal de Río de Janeiro
De acuerdo con el ritmo cambiante de la obra de Brahms, Dudamel actúa
como un amante abandonado, una bailarina que hace cabriolas, un chico
furioso y un bailarín elegante.
“Es como estar en la fiesta con diferentes personajes”, dijo, quien alertó a los chicos que su inglés “no es bueno”.
Para Dudamel, trabajar con chicos le evoca su propia juventud cuando
aprendía a tocar violín en la región centro-occidental de Venezuela,
donde el común denominador eran el calor y el polvo. Para el término de
la sesión, los chicos ejecutaron la pieza con más brío.
“¡Vaya! ¡qué gran cambio!”, expresó Dudamel. “Esto es peligroso. Quiero más”.
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