“Me preocupa subirme al escenario y terminar contando el mismo chiste tres veces. No quiero que la gente pueda decir de mí: ‘Estaba comiendo puré de papa y ensuciándose hasta las cejas’”, declaró al diario The Sun.
Rivers también pensó en esa opción luego del suicidio de su esposo, Edgar Rosenberg, en 1987. Su marido, que era su mánager, tomó la decisión luego de que el show de Joan fuera cancelado. “Fue como ocho meses después. Mi hija Melissa no me hablaba, mi carrera estaba en el excusado, había perdido mis contratos en Las Vegas. Había sido despedida de Fox“, explicó en julio para un artículo de The Daily Beast.
Y agregó: “La NBC y Johnny Carson (quien impulsó su carrera en Tonight Show) habían hecho muy mala publicidad de mí. Era una paria. No me invitaban a ningún lugar. Era una no-persona. En un momento pensé: ‘¿Cuál es el punto? Esto es estúpido’”.
Rivers comentó que quien la salvó fue su perro Spike, pues pensó que nadie cuidaría de él. “Estaba sentada en esta gran casa vacía en Bel Air, con el teléfono de cinco extensiones que ya no necesitaba. Tenía la pistola en mis piernas y el perro saltó sobre el arma. Doy conferencias sobre el suicidio porque las cosas cambian. Le digo a la gente que este es un momento horrible, pero cambiará. Miro hacia atrás y pienso: ‘La vida es grandiosa, la vida sigue, cambia’”.
La presentadora contó en la entrevista con The Sun que temía morir en una cirugía estética, pero no le importaba asumir los riesgos de la anestesia. “Confío en la cirugía estética para hacer que la gente se sienta mejor”.