La “celebrity” estadounidense Kim Kardashian ha acaparado hoy la atención de los medios en el Baile de la Ópera de Viena, que un año más ha reunido a lo más selecto de la alta sociedad austríaca.
La conocida “it girl” asistió al llamado “baile de los bailes” como acompañante del millonario austríaco Richard Lugner, que cada año de permite el lujo de desembolsar una buena cantidad de dinero, los medios locales hablan de que Kardashian se ha llevado 250.000 euros, para que una famosa se siente con él en el palco.
Si bien el evento no ha conseguido recuperar la magia que lo caracterizó en otro tiempo, cuando asistían celebridades como Sofía Loren o Julie Andrews, el Baile de la Ópera sigue siendo un acontecimiento clave para políticos, artistas y todo el que es algo, o pretende serlo, en Austria.
Kardashian se presentó al baile luciendo un vestido de raso color maquillaje y transparencias en negro, escoltada por su madre, Kriss Jenner.
Ambas prefirieron entrar al edificio por una de las puertas laterales en lugar de utilizar la alfombra roja por la que desfilaron la mayoría de asistentes y que estaba atestada de periodistas.
Aparte del suculento contrato, la prometida del rapero Kanye West exigió otras comodidades, como coches de lujo, que se instalaran dos cunas para su hijo en la suite de hotel que ocupa y que se pusieran a su disposición una marca de agua concreta, según los medios locales.
Pese a tanta exigencia, la excéntrica estrella ya había dejado claro previamente que no tenía previsto bailar con su empleador ya que prefiere “observar a los que bailan” porque ella “no es buena” bailando.
Un conjunto de condiciones que, al parecer, el estrafalario empresario se ha visto obligado a acatar.
La otra de las invitadas “a sueldo” por Lugner, la modelo venezolana y Miss Mundo 2011 Ivian Sarcos, no pudo asistir al baile porque su vuelo se retrasó y se quedó varada en París sin poder volar a Viena.
Entre otras caras conocidas, desfilaron por la alfombra roja central -y de un modo mucho más discreto- el exsecretario general de la ONU Kofi Annan y su esposa Nanna, invitados por el presidente de Austria, Heinz Fischer.
También acudieron el canciller austríaco Werner Faymann y el vicecanciller Michael Spindeleger.
En total, 5.150 personas se dieron cita en la improvisada pista de baile en la que se convierte el patio de butacas por una noche. Las entradas llevaban ya meses vendidas y sus precios oscilaban entre los 250 y los 18.500 euros que puede llegar a costar un palco.
La puesta a punto de la Ópera para la ocasión ha conllevado la implicación de 500 personas, que han decorado el vestíbulo y la pista de baile con 50.000 flores y centros de flores.
Después de la actuación inaugural en la que participaron los cantantes de lírica Margarita Gritskova, Anna Harlig y Michael Schade, 144 parejas de jóvenes debutantes entraron en escena, ellas de largo y ellos de esmoquin. Al acabar su coreografía, que este año corrió a cargo de Richard Fränzl y Eddy Franzen, y tras escuchar la esperada llamada del “alles walzer”, cientos de parejas inundaron la pista de baile para moverse juntos al compás de los valses de los Strauss en una fiesta que se prolonga hasta bien entrada la noche.
La conocida “it girl” asistió al llamado “baile de los bailes” como acompañante del millonario austríaco Richard Lugner, que cada año de permite el lujo de desembolsar una buena cantidad de dinero, los medios locales hablan de que Kardashian se ha llevado 250.000 euros, para que una famosa se siente con él en el palco.
Si bien el evento no ha conseguido recuperar la magia que lo caracterizó en otro tiempo, cuando asistían celebridades como Sofía Loren o Julie Andrews, el Baile de la Ópera sigue siendo un acontecimiento clave para políticos, artistas y todo el que es algo, o pretende serlo, en Austria.
Kardashian se presentó al baile luciendo un vestido de raso color maquillaje y transparencias en negro, escoltada por su madre, Kriss Jenner.
Ambas prefirieron entrar al edificio por una de las puertas laterales en lugar de utilizar la alfombra roja por la que desfilaron la mayoría de asistentes y que estaba atestada de periodistas.
Aparte del suculento contrato, la prometida del rapero Kanye West exigió otras comodidades, como coches de lujo, que se instalaran dos cunas para su hijo en la suite de hotel que ocupa y que se pusieran a su disposición una marca de agua concreta, según los medios locales.
Pese a tanta exigencia, la excéntrica estrella ya había dejado claro previamente que no tenía previsto bailar con su empleador ya que prefiere “observar a los que bailan” porque ella “no es buena” bailando.
Un conjunto de condiciones que, al parecer, el estrafalario empresario se ha visto obligado a acatar.
La otra de las invitadas “a sueldo” por Lugner, la modelo venezolana y Miss Mundo 2011 Ivian Sarcos, no pudo asistir al baile porque su vuelo se retrasó y se quedó varada en París sin poder volar a Viena.
Entre otras caras conocidas, desfilaron por la alfombra roja central -y de un modo mucho más discreto- el exsecretario general de la ONU Kofi Annan y su esposa Nanna, invitados por el presidente de Austria, Heinz Fischer.
También acudieron el canciller austríaco Werner Faymann y el vicecanciller Michael Spindeleger.
En total, 5.150 personas se dieron cita en la improvisada pista de baile en la que se convierte el patio de butacas por una noche. Las entradas llevaban ya meses vendidas y sus precios oscilaban entre los 250 y los 18.500 euros que puede llegar a costar un palco.
La puesta a punto de la Ópera para la ocasión ha conllevado la implicación de 500 personas, que han decorado el vestíbulo y la pista de baile con 50.000 flores y centros de flores.
Después de la actuación inaugural en la que participaron los cantantes de lírica Margarita Gritskova, Anna Harlig y Michael Schade, 144 parejas de jóvenes debutantes entraron en escena, ellas de largo y ellos de esmoquin. Al acabar su coreografía, que este año corrió a cargo de Richard Fränzl y Eddy Franzen, y tras escuchar la esperada llamada del “alles walzer”, cientos de parejas inundaron la pista de baile para moverse juntos al compás de los valses de los Strauss en una fiesta que se prolonga hasta bien entrada la noche.